4. La Carta, El Anillo y El Medallón

Era un bonito Jueves de Septiembre, Cristian acababa de salir de su curso de pintura y estaba con sus amigos, tumbado en un parque mirando hacia el cielo, y hablando de esto y aquello con Andy y Leonardo, y de pronto surgió el tema de los padres de Cristian, él no sabía casi nada acerca de ellos, sólo que eran una pareja joven y acaudalada y que su madre era una artista en auge que venía del extranjero, de hecho Cristian sabía mucho más de su padre que de su propia madre, nunca había visto un cuadro de ella, tampoco había escuchado su nombre antes, y hablando de todas estas cosas fue cuando a Leonardo se le ocurrió la idea.

- Oye, ¿no dijiste que tenías una tía? - Preguntó Leonardo con un tono de quien trama algo
- Sí, aunque no sé nada de ella tampoco - respondió Cristian con desdén.
- Pero tu abuela sí - Comenzó Leonardo - se supone que se escribían cartas por lo que nos contaste-
- ¿Y? - Dijo Cristian sin entender lo que su amigo le trataba de decir
- Eso quiere decir que ella debe tener la dirección de tu tía - Expuso Leonardo - Podrías ir a verla,¿no crees? -
Andy intervino - Leo tiene razón, deberías ir a buscarla a lo mejor ella sabe dónde tienes más familia -
- Tienen razón - dijo Cristian dando un brinco - Podríamos ir a verla y preguntarle, ¿vamos? -
- Wow, wow momento capitán Flash, una cosa a la vez, no podemos ir a interrogarla de la noche a la mañana, si quieres te acompañamos mañana - dijo Andy
- Mañana no puedo pero si estaré al tanto- dijo Leonardo suspirando - vamos Cristian, estoy seguro de que encontrarás las respuestas que buscas! -
- Vaya - respondió Cristian - Leonardo no abre la boca casi nunca pero cuando lo hace en serio vale la pena - dijo riendo.

Todos soltaron la carcajada, y duraron otro buen rato riendo y jugueteando, hasta que oscureció y cada quien se fue a su casa.

Esa noche Cristian no pudo dormir, la emoción de poder hacer algo de su vida lo llenaba por completo, aunque sentía un poco de rabia consigo mismo por no haberse dado cuenta que había tenido la solución en sus narices durante tanto tiempo sin darse cuenta de eso, hacia las diez de la noche, se levantó de la cama, se sentó en frente al caballete, mirando hacia la ventana, sacó sus pinturas y se dedicó a dibujar, al principio no sabía que hacer, así que empezó a hacer figuras azuladas, hasta que salió la luna e iluminó el cuarto, entonces, se dedicó a pintar una luna, grande, blanca, con cráteres definidos, una luna más hermosa que cualquiera que hubiera imaginado jamás, rodeó su circunferencia con un halo azul y llenó el resto del cuadro con estrellas brillantes y numerosas, algunas más brillantes que otras, y estaba ensimismado en su tarea hasta que oyó un ruido afuera de su ventana, se asomó por un borde del caballete y vió una sombra deslizarse frente a ella a gran velocidad, se levantó y corrió hacia su ventana, preguntándose qué sería, miró hacia abajo, y justo debajo del alféizar de su ventana, estaba un gato gris con una cola totalmente negra y unos ojos naranja brillante mirándolo fijamente a la cara, movió su cola formando una ese, dio un brinco, y desapareció.

Cristian entonces, con el corazón aun demasiado agitado como para acostarse a dormir, se sentó de nuevo frente a su caballete y se puso a mirar la luna que había dibujado, tan blanca y brillante, como si no hubiera humo ni smog entre el y ella, tan serena, casi podía sentir la brisa que corría en la escena que acababa de dibujar, era fría y suave, imaginaba una noche como aquella, tranquila, en la que solos e escuchaban los grillos en el pasto y el agua correr tras de sí.

Cuando Cristian abrió los ojos ya era de día, le dolía horriblemente el cuello por haberse dormido en el sillín de pintar y tenía la cabeza apoyada en el caballete, mientras se preguntaba cómo se había quedado dormido, miró el reloj que estaba en su mesita de noche, las diez de la mañana, Cristian se levantó de un respingo y salió corriendo de su habitación, apenas si le alcanzaba el tiempo para bañarse y alistarse, había quedado de encontrarse con Andy al otro lado de la ciudad sobre las doce del día.

Cuando Cristian llegó al parque en el que habían quedado de encontrarse, Andy ya estaba allí, luego de pedir disculpas por su atraso, y darse cuenta que había llegado tardo solo cinco minutos, caminaron hasta el apartamento de Amalia a unas cuantas cuadras de allí, vivía en un edificio de apartamentos, en un cuarto piso, cuando entraron al apartamento, el olor a incienso quemado les llenó los pulmones en un santiamén.

Era un apartamento amplio, tenía estantes por todas partes con velas aromáticas encendidas y habían peluches por doquier, era una anciana muy alegre lo que a los juguetes se refería, siempre había tenido debilidad por las joyas y los peluches, justo en ese instante llevaba puestos unos aretes de oro que le caían hasta los hombros, varios anillos y un medallón de dorado con la forma de un ojo y con un rubí incrustado justo en el centro.

- Cristian, tiempo hacía sin que vinieras por acá, y con amigos! - dijo la anciana con una sonrisa en el rostro
- Venimos a preguntarte unas cositas Abue - dijo Cristian respondiéndole la sonrisa.
-Me imagino que no se irán sin tomar algo - respondió entonces Amalia mientras entraba a la cocina - no suelo tener visitas, pero no quiere decir que sea mala anfitriona - y salió entonces con queso y galletas.

Se sentaron en la sala y empezaron a hablar sobre diversos temas que les ponía la anciana, luego de improviso ella fue la que acordó a Cristian de su labor allí, pues ya estaba entusiasmado con el queso y las galletas con alto contenido de whisky preparadas por Amalia misma.

- Ahora sí - dijo Amalia con actitud seria - ¿qué te trae por acá?
- Verás, últimamente he estado indagando algo sobre mi madre - contestó Cristian - y pues, no encuentro nada, y esperaba que mi tía pudiera ayudarme -
- Y la única que sabe como contactarla es usted - añadió Andy
- Entiendo - dijo Amalia - espérame aquí -

La oyeron salir y fue a una habitación donde la oyeron refunfuñar mientras escarbaba, Andy le ofreció ayuda pero ella se negó, no le gustaba que gente extraña entrara a las habitaciones de su apartamento, Andy solía ser alguien muy amigable, a veces cooperaba mucho, pero en otras ocasiones, en su intento de siempre ser alguien útil, incomodaba a Cristian que más bien era parco con esas cosas.

Unos cinco minutos después Amalia volvió
- Aquí está - dijo la anciana extendiéndole una carta arrugada y vieja. Cristian la recibió y la abrió.

"Querida Amalia
Espero que la estés pasando bien, o al menos mejor que yo, ya tengo la total certeza de que lo que pasó aquella noche con mi hermana no fue del todo una accidente, pero seguiré informándote de ello, por ahora me tocará ser discreta con lo que escribo, espero que todo esté bien por allá, salúdame a Diana a Darío pero no le digas mucho al pequeño Cristian, no creo que sea prudente en estos días, espero poder ir a visitarte pronto, ya extraño la deliciosa receta de tus galletas, pero ya basta de mi, quiero saber qué ha pasado de nuevo! ¿Cómo sigues de tu pierna?, ¿has vuelto a hablar con Orlando? quiero saberlo todo con detalles. Por ahora te dejo, estamos en contacto, mil besos desde aquí. Cuídate
Con cariño
Shanti
"

Cristian giró la carta que estaba escrita en el mismo papel del sobre: Vereda Fagua Km 4.5 casa 1#(numero ilegible), Chía, Cundinamarca.

y ahí estaba, Oilá! Cristian se empezó a sentir poderosamente emocionado otra vez, una sonrisa cruzaba su rostro de oreja a oreja, levanto la mirada y miró a su abuela.
- Chía, está en Chía! - dijo emocionado
Su abuela asintió con serenidad, en ese momento Cristian vio algo raro, fue sólo un instante pero por un segundo le pareció que el ojo del medallón de su abuela se había cerrado, pero pensó que era producto de su imaginación y de su precipitada emoción.

- No te aseguro que se encuentre allí - dijo su abuela con un semblante más sombrío - esa fue la última carta que recibí de ella, después no supe nada más de ella, pero si tenía razón y las estaban buscando me imagino que luego irían por ti, las estaban persiguiendo del país del que venían, en Europa creo, nunca supe realmente de donde eran, pero de ahí sacaste tu altura.

Era verdad, Cristian siempre fue alto para su edad, aunque Jonaz y Diana eran de por sí altos, a los 14 años el había pasado a Diana en estatura y ahora era un muchacho de 17 años y 1.82, no era algo que a el le complaciera, siempre lo habían molestado por eso, y a veces Leonardo lo asustaba cuando se le acercaba con sigilo, pues de por sí era al menos 20 centímetros más bajito que él.

-Antes de que te vayas - dijo Amalia con una voz jovial
- Dime - contestó Cristian algo exaltado
-Quiero que tengas esto- dijo la anciana extendiéndole uno de los anillos que llevaba puesto - consérvalo, me lo dio Diana cuando era sólo una niña-

Cristian lo agradeció y se quedó mirándolo un rato, era un anillo muy bonito, era dorado con unas lineas plateadas que lo surcaban de abajo a arriba y se juntaban en el centro, en donde había un zafiro de un azul brillante.
Terminaron de hablar con Amalia y salieron del apartamento, mientras viajaban de regreso, Leonardo los llamó, así que quedaron de encontrarse al día siguiente en la mañana para ir a buscar a la tía de Cristian, El cual no cabía de la dicha.

- Tu abuela es curiosa - decía Andy
- ¿Por qué lo dices? - dijo Cristian con una sonrisa pícara
- No sé, los peluches, las velas, las galletas, y ese medallón tan horrible que traía colgado -
- Lo sé - respondió Cristian - esas son sus aficiones, las joyas y los peluches -
- El ojo de esa cosa me tenía intimidado - Dijo Andy sobrecogiéndose
- Lo sé, parecía que te estuviera mirando todo el tiempo - agregó Cristian
- Sí, además, juro que lo ví parpadear un par de veces mientras tú leías la carta -
- ¿Qué? - exclamó Cristian
- En serio, lo juro, ¿ por qué pones esa cara? - preguntó Andy
- Nada, es sólo que, pensé que fue mi imaginación, yo también lo vi parpadear - dijo Cristian pensativo
- Nos estamos volviendo locos definitivamente- Agregó Andy cambiando de tono - ni una palabra de esto a Leonardo - y rieron juntos.

Aquella noche tampoco pudo dormir, sabía que si seguía así terminaría por volverse loco de verdad, más allá de los sarcasmos de Andy, finalmente cerca de las dos de la mañana, se durmió.
Se levantó con sueño, había dormido sólo cinco horas y ya iba tarde para encontrarse con sus amigos, finalmente los divisó entre la muchedumbre que se agolpaba en el portal de buses, cruzaron el torniquete que separaba el andén de los buses urbanos de los intermunicipales y se subieron al primero que decía Chía, después de estresar al conductor pidiéndole sin parar que los dejara en la vereda que decía en la carta, se sentaron en silencio a ver pasar el paisaje, cruzaron lo que quedaba de ciudad, el campo llegaron a Chía y a más campo, cuando ya pensaban que el paisaje no podía ser más rural, el conductor frenó.

- Vereda Fagua km 4.5, Aquí es - gruñó desde la cabina delantera

Los muchachos se bajaron y vieron frente a sí, un camino sin pavimentar y una casa un poco destartalada con el número 01 en la puerta, iba a ser un largo camino.
Después de caminar sin cesar una media hora llegaron a un campo abierto donde seguramente quedaban las últimas casas de ese sector, estaban en la cima de una colina, y había una que otra casa aquí y allá.

- tocará preguntar en las casas una por una - dijo Cristian - la dirección dice que es una casa de numero entre en 10 y el 19 -
- Separémonos - dijo Leonardo - así será más rápido -

Resultó una tarea más fácil de lo que habían pensado pues las casas llegaban sólo hasta el quince, pero no por eso fué menos extenuante, el sol y la caminata tenia a los muchachos absolutamente exhaustos. Transcurridos otros treinta minutos, ya sólo quedaban tres casas, la 11, 12 y 13 que eran las más alejadas, ya que en las otras nadie había sabido decir nada de Shanti, asi que fueron a timbrar en esas casas, ni Leonardo ni Cristian tuvieron éxito asi que se unieron a Andy, el cual acababa de llegar a la casa más alejada: la 13. estaba en medio de arbustos de maleza, y habían botellas de colores colgando en el pequeño porche, junto al número de su puerta decía: Carolina : Clarividente.
Andy tocó la puerta, y una voz femenina con extraño acento contestó desde el interior:

- ¿Quién es? - preguntó, mientras una sombra aparecía en una ventana
- Mi nombre es Andy - dijo el muchacho con voz nerviosa, no le gustaba estar hablando con una clarividente o bruja o lo que tuviera que ver con cosas que él no entendía - Mis amigos y yo estamos buscando una mujer llamada Shanti que vivía por aquí, ¿de casualidad la conoce?-
- No - dijo alejándose de la ventana - déjenme tranquila, no molesten más, no conozco a nadie con ese nombre-
- Por favor - dijo Cristian con desespero - ¿no sabe de nadie que sepa a dónde pudo ir? -
- No! - contestó la voz - Aléjense de mi casa! es una orden! -
- Vámonos, ella no sabe nada, y si nos está amenazando - dijo Leonardo desde donde estaba, pues era el que estaba más lejos de la casa - Cristian, no insistas más -

Los muchachos dieron media vuelta y empezaron a caminar cabizbajos hacia el camino, cuando sonó la puerta de la casa que dejaban tras si, una cabeza se asomó por el resquicio.

- ¿Cómo dijeron que se llamaban? -
Andy contestó - Yo soy Andy, el es Cristian y el que está más allá es Leonardo -
- ¿Cristian Sáenz? - dijo la mujer
Cristian se giró y miró a la mujer - Sí, soy yo, ¿ nos conocemos?
- Entren!, rápido - dijo la mujer mirando alrededor - ¿vienen con alguien mas?, ¿alguien los siguió hasta aquí? -
- No, venimos solos - contestó Andy mientras pasaba el umbral

La mujer los empujó rápidamente y cerró la puerta de Golpe.

domingo, 28 de marzo de 2010 en 19:16

0 Comments to "4. La Carta, El Anillo y El Medallón"

Publicar un comentario