5. La Tía Shanti

Era una casa pequeña, no tenía más de dos habitaciones y una cocina en un costado, la sala era la estancia más grande, estaba llena de copas, velas, una estatua en un costado y sillas, y habían cuadros en la pared, retratos antiguos de personas vestidas como en las cortes europeas, y un cuadro extraño al fondo, en el que sólo había un buzón.

La mujer los hizo seguir, se sentaron y les ofreció té. Era una mujer supremamente alta, más que cualquier otra persona que él hubiera visto, tenía el cabello liso hasta la espalda, ojos azules y las orejas con el mismo rasgo de Cristian, él la reconoció en seguida.

-Shanti!- dijo un poco extrañado por la forma de actuar de la recién conocida.
- Shhhh! - lo calló ella - No digas ese nombre en voz alta, pueden decirme Carolina, no es seguro decir mi nombre aquí -
- Perdón - Musitó Leonardo - ¿ Por qué no es seguro?, ¿no es acaso su casa?-
-No es seguro pronunciarlo aquí, ni en ningún otro sitio, ellos andan vigilando de cerca - respondió Shanti algo consternada, luego cambió su expresión y giró hacia Cristian -Vaya, pero si te has puesto bien guapo, no te veía hacía muchísimos años, ¿te acuerdas de mi? - dijo mientras se sentaba.
- No, lo siento, vine porque mi Abuela me contó de tu existencia, y cómo encontrarte - contestó Cristian acongojado - ¿Por qué nunca me buscaste?
- ¿Te lo dijo a ti sólo o estaba alguien más presente? - Preguntó ella sin contestar la pregunta que le había hecho su sobrino
- Sólo Andy y yo - dijo Cristian mirando a su amigo

Shanti se levantó rápidamente, con una expresión de soberbia terrible, y en dos pasos se hizo junto a Andy, le levantó la cara y lo analizó con la mirada.
-¿Y tu eres...? - Preguntó sin parar de observarlo
- Me.. M-me llamo Andy, somos amigos de Cristian - respondió el muchacho buscando atemorizado el brazo de Leonardo mientras miraba a Shanti a los ojos
- "Ssoëzhu n'ulka trú fohrm" - siseó ella entre dientes

Los muchachos la miraron extrañados.Shanti soltó al muchacho.

- Perdón, tenía que cerciorarme que no eran espías o algo así - Replicó Shanti de nuevo con actitud benevolente
Los chicos la miraban con cara de estar viendo una completa maniática
-¿Espías de quién?, ¿o de qué?¿o de dónde? - Dijo Cristian con voz nerviosa
Shanti lo miró seriamente
- De los que mataron a tus padres -
- Mis padres murieron en un incendio - Repuso Cristian
- Nunca encontraron las causas, tardé cinco años en descubrirlos - Dijo la mujer - Vengan acá -

Shanti los condujo hasta una mesa, se sentaron mientras ella iba ahsta la estatua y cogía la esfera que ésta tenía en sus manos de piedra, la colocó en el centro de la mesa, era una bola de cristal llena de humo y una extraña luz.

- Miren y díganme qué ven - Dijo ella
- Lo siento, yo no creo en esta clase de cosas - Dijo Andy con una expresión de incredulidad digna de campeonato
- Yo, tampoco, es más, se está haciendo tarde creo que tenemos que regresar ya - dijo Cristian mientras ponía pies en polvorosa y se levantaba de la silla.Andy lo siguió en esta acción rápidamente y estaban dando la vuelta cuando Leonardo habló.
- Es un árbol, y una casa! -
Andy y Cristian giraron a mirar al chico que estaba profundamente concentrado en la bola, ellos la miraron y ahí estaba en medio del humo tal como dijo el muchacho la tenue figura de un árbol que crecía al lado de una casa de dos pisos. Se sentaron intrigados nuevamente.
Las figuras eran cada vez más nítidas, había un farol alumbrando el porche de la casa, y de un momento a otro apareció la sombra de un hombre de espaldas. Los muchachos miraban aterrados la bola que cada vez se ponía más brillante y más nítida. El sujeto de la imagen se movió, levantó una mano, en la cual tenía un anillo de oro con una M labrada en el centro, de inmediato algo se iluminó adentro de la casa, la sombra no se movió, sólo recorrió con el brazo el trayecto de la luz que cada vez era más grande, cerro el puño suavemente y señaló hacia arriba, la luz apareció entonces en una ventada del segundo piso, luego, el sujeto vestido de cuero y sombrero abrió el puño y una explosión hizo romper los vidrios del primer piso, ahora era visible, el fuego estaba saliendo por las ventanas rotas, consumiendo las cortinas, y comenzaron los gritos, el sonido venia de la nada, rodeaba a los espectadores de la bola que tenían una expresión mezcla entre terror y asombro, oían a una mujer gritar y a un niño llorar, el sujeto se dio la vuelta, y levantó el rostro, tenía una expresión mezquina, entradas pronunciadas y piel cetrina, una nariz larga y torcida, como si se la hubiera roto alguna vez además de unos impactantes ojos de color rojizo. El sujeto desapareció, la casa seguía ardiendo, y los gritos no cesaban, el humo impedía la visibilidad, y poco a poco fué consumiendo la escena, hasta que la esfera quedó totalmente oscura como al principio.
Los muchachos seguían mirándola perplejos, mientras Shanti retiraba la mano que había tenido extendida sobre la bola todo ese tiempo.El silencio reinó la estancia unos minutos hasta que fue interrumpido por el llanto de la mujer, los muchachos la miraron.

- Eran felices - musitó con rabia - no le estaban haciendo daño a nadie, ni siquiera usaban la magia -
- ¿M-magia?¿ eso que acabó de pasar fue magia? - pregunto Andy desconcertado
- ¿Por qué te alarmas? - contestó Shanti - La magia no es común en este mundo, pero no por eso quiere decir que no exista -
- ¿Podría explicarme más despacio? - dijo Cristian - no entiendo nada, hasta hace poco era huérfano por un cortocircuito casero y ahora resulta que hago parte de una conspiración mágica, además ¿Cómo que este mundo? ¿acaso son alienígenas o algo así?

-No- contestó Shanti - tu madre y yo no somos oriundas de aquí, somos de Haëdkríëk -
- Y eso es en .. - dijo Leonardo con una tajante desaprobación de lo que oía
- Káturâ - dijo Shanti - verás, este no es el único mundo donde hay gente, no se crean únicos -
- Y tenemos que creerte ¿por? - dijo Leonardo con cada vez más creciente arrogancia
- Por que ahora sus vidas dependen de ello - dijo Shanti con una sonrisa en la cara

miércoles, 31 de marzo de 2010 en 20:52 , 0 Comments

4. La Carta, El Anillo y El Medallón

Era un bonito Jueves de Septiembre, Cristian acababa de salir de su curso de pintura y estaba con sus amigos, tumbado en un parque mirando hacia el cielo, y hablando de esto y aquello con Andy y Leonardo, y de pronto surgió el tema de los padres de Cristian, él no sabía casi nada acerca de ellos, sólo que eran una pareja joven y acaudalada y que su madre era una artista en auge que venía del extranjero, de hecho Cristian sabía mucho más de su padre que de su propia madre, nunca había visto un cuadro de ella, tampoco había escuchado su nombre antes, y hablando de todas estas cosas fue cuando a Leonardo se le ocurrió la idea.

- Oye, ¿no dijiste que tenías una tía? - Preguntó Leonardo con un tono de quien trama algo
- Sí, aunque no sé nada de ella tampoco - respondió Cristian con desdén.
- Pero tu abuela sí - Comenzó Leonardo - se supone que se escribían cartas por lo que nos contaste-
- ¿Y? - Dijo Cristian sin entender lo que su amigo le trataba de decir
- Eso quiere decir que ella debe tener la dirección de tu tía - Expuso Leonardo - Podrías ir a verla,¿no crees? -
Andy intervino - Leo tiene razón, deberías ir a buscarla a lo mejor ella sabe dónde tienes más familia -
- Tienen razón - dijo Cristian dando un brinco - Podríamos ir a verla y preguntarle, ¿vamos? -
- Wow, wow momento capitán Flash, una cosa a la vez, no podemos ir a interrogarla de la noche a la mañana, si quieres te acompañamos mañana - dijo Andy
- Mañana no puedo pero si estaré al tanto- dijo Leonardo suspirando - vamos Cristian, estoy seguro de que encontrarás las respuestas que buscas! -
- Vaya - respondió Cristian - Leonardo no abre la boca casi nunca pero cuando lo hace en serio vale la pena - dijo riendo.

Todos soltaron la carcajada, y duraron otro buen rato riendo y jugueteando, hasta que oscureció y cada quien se fue a su casa.

Esa noche Cristian no pudo dormir, la emoción de poder hacer algo de su vida lo llenaba por completo, aunque sentía un poco de rabia consigo mismo por no haberse dado cuenta que había tenido la solución en sus narices durante tanto tiempo sin darse cuenta de eso, hacia las diez de la noche, se levantó de la cama, se sentó en frente al caballete, mirando hacia la ventana, sacó sus pinturas y se dedicó a dibujar, al principio no sabía que hacer, así que empezó a hacer figuras azuladas, hasta que salió la luna e iluminó el cuarto, entonces, se dedicó a pintar una luna, grande, blanca, con cráteres definidos, una luna más hermosa que cualquiera que hubiera imaginado jamás, rodeó su circunferencia con un halo azul y llenó el resto del cuadro con estrellas brillantes y numerosas, algunas más brillantes que otras, y estaba ensimismado en su tarea hasta que oyó un ruido afuera de su ventana, se asomó por un borde del caballete y vió una sombra deslizarse frente a ella a gran velocidad, se levantó y corrió hacia su ventana, preguntándose qué sería, miró hacia abajo, y justo debajo del alféizar de su ventana, estaba un gato gris con una cola totalmente negra y unos ojos naranja brillante mirándolo fijamente a la cara, movió su cola formando una ese, dio un brinco, y desapareció.

Cristian entonces, con el corazón aun demasiado agitado como para acostarse a dormir, se sentó de nuevo frente a su caballete y se puso a mirar la luna que había dibujado, tan blanca y brillante, como si no hubiera humo ni smog entre el y ella, tan serena, casi podía sentir la brisa que corría en la escena que acababa de dibujar, era fría y suave, imaginaba una noche como aquella, tranquila, en la que solos e escuchaban los grillos en el pasto y el agua correr tras de sí.

Cuando Cristian abrió los ojos ya era de día, le dolía horriblemente el cuello por haberse dormido en el sillín de pintar y tenía la cabeza apoyada en el caballete, mientras se preguntaba cómo se había quedado dormido, miró el reloj que estaba en su mesita de noche, las diez de la mañana, Cristian se levantó de un respingo y salió corriendo de su habitación, apenas si le alcanzaba el tiempo para bañarse y alistarse, había quedado de encontrarse con Andy al otro lado de la ciudad sobre las doce del día.

Cuando Cristian llegó al parque en el que habían quedado de encontrarse, Andy ya estaba allí, luego de pedir disculpas por su atraso, y darse cuenta que había llegado tardo solo cinco minutos, caminaron hasta el apartamento de Amalia a unas cuantas cuadras de allí, vivía en un edificio de apartamentos, en un cuarto piso, cuando entraron al apartamento, el olor a incienso quemado les llenó los pulmones en un santiamén.

Era un apartamento amplio, tenía estantes por todas partes con velas aromáticas encendidas y habían peluches por doquier, era una anciana muy alegre lo que a los juguetes se refería, siempre había tenido debilidad por las joyas y los peluches, justo en ese instante llevaba puestos unos aretes de oro que le caían hasta los hombros, varios anillos y un medallón de dorado con la forma de un ojo y con un rubí incrustado justo en el centro.

- Cristian, tiempo hacía sin que vinieras por acá, y con amigos! - dijo la anciana con una sonrisa en el rostro
- Venimos a preguntarte unas cositas Abue - dijo Cristian respondiéndole la sonrisa.
-Me imagino que no se irán sin tomar algo - respondió entonces Amalia mientras entraba a la cocina - no suelo tener visitas, pero no quiere decir que sea mala anfitriona - y salió entonces con queso y galletas.

Se sentaron en la sala y empezaron a hablar sobre diversos temas que les ponía la anciana, luego de improviso ella fue la que acordó a Cristian de su labor allí, pues ya estaba entusiasmado con el queso y las galletas con alto contenido de whisky preparadas por Amalia misma.

- Ahora sí - dijo Amalia con actitud seria - ¿qué te trae por acá?
- Verás, últimamente he estado indagando algo sobre mi madre - contestó Cristian - y pues, no encuentro nada, y esperaba que mi tía pudiera ayudarme -
- Y la única que sabe como contactarla es usted - añadió Andy
- Entiendo - dijo Amalia - espérame aquí -

La oyeron salir y fue a una habitación donde la oyeron refunfuñar mientras escarbaba, Andy le ofreció ayuda pero ella se negó, no le gustaba que gente extraña entrara a las habitaciones de su apartamento, Andy solía ser alguien muy amigable, a veces cooperaba mucho, pero en otras ocasiones, en su intento de siempre ser alguien útil, incomodaba a Cristian que más bien era parco con esas cosas.

Unos cinco minutos después Amalia volvió
- Aquí está - dijo la anciana extendiéndole una carta arrugada y vieja. Cristian la recibió y la abrió.

"Querida Amalia
Espero que la estés pasando bien, o al menos mejor que yo, ya tengo la total certeza de que lo que pasó aquella noche con mi hermana no fue del todo una accidente, pero seguiré informándote de ello, por ahora me tocará ser discreta con lo que escribo, espero que todo esté bien por allá, salúdame a Diana a Darío pero no le digas mucho al pequeño Cristian, no creo que sea prudente en estos días, espero poder ir a visitarte pronto, ya extraño la deliciosa receta de tus galletas, pero ya basta de mi, quiero saber qué ha pasado de nuevo! ¿Cómo sigues de tu pierna?, ¿has vuelto a hablar con Orlando? quiero saberlo todo con detalles. Por ahora te dejo, estamos en contacto, mil besos desde aquí. Cuídate
Con cariño
Shanti
"

Cristian giró la carta que estaba escrita en el mismo papel del sobre: Vereda Fagua Km 4.5 casa 1#(numero ilegible), Chía, Cundinamarca.

y ahí estaba, Oilá! Cristian se empezó a sentir poderosamente emocionado otra vez, una sonrisa cruzaba su rostro de oreja a oreja, levanto la mirada y miró a su abuela.
- Chía, está en Chía! - dijo emocionado
Su abuela asintió con serenidad, en ese momento Cristian vio algo raro, fue sólo un instante pero por un segundo le pareció que el ojo del medallón de su abuela se había cerrado, pero pensó que era producto de su imaginación y de su precipitada emoción.

- No te aseguro que se encuentre allí - dijo su abuela con un semblante más sombrío - esa fue la última carta que recibí de ella, después no supe nada más de ella, pero si tenía razón y las estaban buscando me imagino que luego irían por ti, las estaban persiguiendo del país del que venían, en Europa creo, nunca supe realmente de donde eran, pero de ahí sacaste tu altura.

Era verdad, Cristian siempre fue alto para su edad, aunque Jonaz y Diana eran de por sí altos, a los 14 años el había pasado a Diana en estatura y ahora era un muchacho de 17 años y 1.82, no era algo que a el le complaciera, siempre lo habían molestado por eso, y a veces Leonardo lo asustaba cuando se le acercaba con sigilo, pues de por sí era al menos 20 centímetros más bajito que él.

-Antes de que te vayas - dijo Amalia con una voz jovial
- Dime - contestó Cristian algo exaltado
-Quiero que tengas esto- dijo la anciana extendiéndole uno de los anillos que llevaba puesto - consérvalo, me lo dio Diana cuando era sólo una niña-

Cristian lo agradeció y se quedó mirándolo un rato, era un anillo muy bonito, era dorado con unas lineas plateadas que lo surcaban de abajo a arriba y se juntaban en el centro, en donde había un zafiro de un azul brillante.
Terminaron de hablar con Amalia y salieron del apartamento, mientras viajaban de regreso, Leonardo los llamó, así que quedaron de encontrarse al día siguiente en la mañana para ir a buscar a la tía de Cristian, El cual no cabía de la dicha.

- Tu abuela es curiosa - decía Andy
- ¿Por qué lo dices? - dijo Cristian con una sonrisa pícara
- No sé, los peluches, las velas, las galletas, y ese medallón tan horrible que traía colgado -
- Lo sé - respondió Cristian - esas son sus aficiones, las joyas y los peluches -
- El ojo de esa cosa me tenía intimidado - Dijo Andy sobrecogiéndose
- Lo sé, parecía que te estuviera mirando todo el tiempo - agregó Cristian
- Sí, además, juro que lo ví parpadear un par de veces mientras tú leías la carta -
- ¿Qué? - exclamó Cristian
- En serio, lo juro, ¿ por qué pones esa cara? - preguntó Andy
- Nada, es sólo que, pensé que fue mi imaginación, yo también lo vi parpadear - dijo Cristian pensativo
- Nos estamos volviendo locos definitivamente- Agregó Andy cambiando de tono - ni una palabra de esto a Leonardo - y rieron juntos.

Aquella noche tampoco pudo dormir, sabía que si seguía así terminaría por volverse loco de verdad, más allá de los sarcasmos de Andy, finalmente cerca de las dos de la mañana, se durmió.
Se levantó con sueño, había dormido sólo cinco horas y ya iba tarde para encontrarse con sus amigos, finalmente los divisó entre la muchedumbre que se agolpaba en el portal de buses, cruzaron el torniquete que separaba el andén de los buses urbanos de los intermunicipales y se subieron al primero que decía Chía, después de estresar al conductor pidiéndole sin parar que los dejara en la vereda que decía en la carta, se sentaron en silencio a ver pasar el paisaje, cruzaron lo que quedaba de ciudad, el campo llegaron a Chía y a más campo, cuando ya pensaban que el paisaje no podía ser más rural, el conductor frenó.

- Vereda Fagua km 4.5, Aquí es - gruñó desde la cabina delantera

Los muchachos se bajaron y vieron frente a sí, un camino sin pavimentar y una casa un poco destartalada con el número 01 en la puerta, iba a ser un largo camino.
Después de caminar sin cesar una media hora llegaron a un campo abierto donde seguramente quedaban las últimas casas de ese sector, estaban en la cima de una colina, y había una que otra casa aquí y allá.

- tocará preguntar en las casas una por una - dijo Cristian - la dirección dice que es una casa de numero entre en 10 y el 19 -
- Separémonos - dijo Leonardo - así será más rápido -

Resultó una tarea más fácil de lo que habían pensado pues las casas llegaban sólo hasta el quince, pero no por eso fué menos extenuante, el sol y la caminata tenia a los muchachos absolutamente exhaustos. Transcurridos otros treinta minutos, ya sólo quedaban tres casas, la 11, 12 y 13 que eran las más alejadas, ya que en las otras nadie había sabido decir nada de Shanti, asi que fueron a timbrar en esas casas, ni Leonardo ni Cristian tuvieron éxito asi que se unieron a Andy, el cual acababa de llegar a la casa más alejada: la 13. estaba en medio de arbustos de maleza, y habían botellas de colores colgando en el pequeño porche, junto al número de su puerta decía: Carolina : Clarividente.
Andy tocó la puerta, y una voz femenina con extraño acento contestó desde el interior:

- ¿Quién es? - preguntó, mientras una sombra aparecía en una ventana
- Mi nombre es Andy - dijo el muchacho con voz nerviosa, no le gustaba estar hablando con una clarividente o bruja o lo que tuviera que ver con cosas que él no entendía - Mis amigos y yo estamos buscando una mujer llamada Shanti que vivía por aquí, ¿de casualidad la conoce?-
- No - dijo alejándose de la ventana - déjenme tranquila, no molesten más, no conozco a nadie con ese nombre-
- Por favor - dijo Cristian con desespero - ¿no sabe de nadie que sepa a dónde pudo ir? -
- No! - contestó la voz - Aléjense de mi casa! es una orden! -
- Vámonos, ella no sabe nada, y si nos está amenazando - dijo Leonardo desde donde estaba, pues era el que estaba más lejos de la casa - Cristian, no insistas más -

Los muchachos dieron media vuelta y empezaron a caminar cabizbajos hacia el camino, cuando sonó la puerta de la casa que dejaban tras si, una cabeza se asomó por el resquicio.

- ¿Cómo dijeron que se llamaban? -
Andy contestó - Yo soy Andy, el es Cristian y el que está más allá es Leonardo -
- ¿Cristian Sáenz? - dijo la mujer
Cristian se giró y miró a la mujer - Sí, soy yo, ¿ nos conocemos?
- Entren!, rápido - dijo la mujer mirando alrededor - ¿vienen con alguien mas?, ¿alguien los siguió hasta aquí? -
- No, venimos solos - contestó Andy mientras pasaba el umbral

La mujer los empujó rápidamente y cerró la puerta de Golpe.

domingo, 28 de marzo de 2010 en 19:16 , 0 Comments

3. El Retrato Familiar

Los días transcurrieron lentos, monótonos y lúgubres, aunque había mucho por decir, ni una palabra salía de la boca de Darío, ni de Cristian ni siquiera del pequeño Juan, que podría ser pequeño pero no tenía un pelo de tonto, hacía pocos días había llegado la Abuela de Cristian: Amalia, y había estado pendiente de todo lo que una Abuela podría estar pendiente en esos casos, era muy duro para ella estar a punto de perder a su segunda hija, tan joven, primero Jonaz y luego Diana, pero no era menos terrible de lo que sentía Cristian en aquellos momentos, el dibujo que había hecho hacía una semana ahora descansaba en la mesita de noche del hospital, y ahí estuvo hasta el último instante de la lucha de Diana, cuando de repente a media noche, el respirador automático se dejó de mover.

Cristian se encontraba en ese momento mirando por su ventana la luna, siempre le había parecido alegre pero esos días ni eso era capaz de levantarle el ánimo, no había podido dormir y estaba ahí, mirándola, brillante e imponente en el cielo nublado de la capital, entonces sonó el teléfono, no había timbrado dos veces cuando escuchó la voz de Darío contestar, por lo que supuso que tampoco estaba dormido, salió sigilosamente del cuarto tratando de escuchar lo que decía, aunque hablaba tan bajo, que a penas si lo escuchaba, lo oyó colgar y entró en su habitación, lo encontró sentado en el suelo junto al teléfono, sollozando en silencio.

-Qué pasó - Preguntó Cristian, aunque ya se imaginaba cuál era la respuesta.

Darío levanto la mirada y la clavo en el rostro del joven. No hacían falta palabras, las cosas más claras no podían estar, así que se sentaron juntos y lloraron en silencio un rato, hacia las 2 de la mañana, cuando ya empezaban a calmarse, se levantaron, y despertaron al pequeño Juan, tenían que ir al hospital, y arreglar las cosas para el funeral.

Cristian nunca había estado en uno, así que le sorprendió lo rápido que tardó su Tía en estar arreglada en un cajón, en el centro de una habitación llena de conocidos, Amalia había llevado un retrato que había de la familia hacía unos años en el que estaba ella sentada en una silla antigua, Diana a su izquierda con una sonrisa juguetona en su joven rostro,Jonaz a la derecha de la silla con Shaylan abrazada, la cual llamaba la atención por su altura y su cabellera que se veía curiosamente rojizo aunque la imagen no estaba a color y otra mujer desconocida al lado de ésta última, la cual tambien resaltaba por su increíble altura. Cristian no sabía o más bien no entendía por qué su Abuela estaba tan calmada, sentada junto al cajón, calmando a la mejor amiga de Diana la cual estaba sentada a su derecha y con Juan, curiosamente también muy calmado, sentado a su izquierda. Cristian se le acercó y se sentó junto a Juan, su abuela entonces se giró a hablarle.

- ¿Te sientes bien? - pregunto ella
- Supongo - respondió Cristian - sólo que, no sé, es una sensación rara, me siento triste pero es diferente. -
- se llama nostalgia, las personas se tienen que ir - dijo ella con calma - si nos ponemos a dolernos nunca los vamos a dejar ir, pero así es como las cosas tienen que ser -
- Supongo que si - dijo el apesumbradamente. - Abuela, ¿quién es la mujer de la foto? - preguntó con curiosidad mientras veía el retrato color sepia que estaba junto al cajón.
- Es tu tía, vino con tu madre del extranjero, vive en la vereda que sale de Chía por el norte, nunca fue una mujer de ciudad, pero venía a menudo a visitarme a mi y a tu madre, bueno, antes de...- Amalia calló abruptamente y tomó una actitud pensativa.
- ¿Del incendio? - preguntó Cristian con un aire inquisidor.
-Sí, del incendio, entonces no volvió a la ciudad, y no he vuelto a hablar con ella casi, solíamos escribirnos, pero dejó de hacerlo hace unos diez años.-

La conversación llegó a su final en ese momento, pues todos se dispusieron a rezar por el alma de Diana, antes de que se la llevaran a cremar.
La procesión fue larga, triste y gris, en todos los aspectos en el que se pueda aplicar el gris, desde el cielo que amenazaba con lluvia hasta el sentimiento que crecía por momentos en el interior de Cristian.

Después de ese día, las cosas empezaron a cambiar, aunque en la casa de Cristian la tristeza era algo casi físicamente palpable, las risas se empezaron a oír de nuevo, y el hielo comenzó a romperse, Darío trataba de llevarla lo mejor que podía, y Juan parecía superarlo rápidamente, aunque de vez en cuando le entraban ataques de depresión, Cristian aunque ya más sociable que antes, no le gustaba estar en su casa, la tensión lo molestaba constantemente, así que salía con sus dos mejores amigos del colegio, un sujeto alto, crespo y algo moreno que se llamaba Andy y un muchacho callado, y bajito, algo tímido que se llamaba Leonardo.
Después de la muerte de Diana ellos se había vuelto su mundo y su medio de escape, ni siquiera dibujando podía dejar de pensar en lo que sentía, y cada vez que tomaba el lápiz y el papel terminaba dibujando algo sin sentido y hasta cierto punto atemorizante así que dejó de hacerlo por un tiempo y se inscribió en un curso de pintura para usar de buena forma lo que su Tía le había regalado años atrás, además, se decía para si mismo.
-Si mi mamá era buena con la pintura, ¿por qué yo habría de no serlo?-
Se había puesto a investigar y había descubierto que su mamá tenía algunos cuadros famosos, y que después de su muerte, algunos de los cuadros que se habían salvado de las llamas habían sido restaurados y expuestos, en una galería privada que abría muy de vez en cuando, y que estaba a cargo del hijo de un importante empresario de la capital ya fallecido.

Antes de que se diera cuenta, en medio de pintura, amigos y búsquedas de su pasado pasaron dos meses.

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2. La familia prestada

Ya eran las siete de la mañana cuando aquél olor despertó a Cristian. El se incorporó tratando de descifrar ese aroma peculiar, no era la ceniza cuyo olor llevaba flotando en el aire durante dos semanas, tampoco era algo desagradable, era más bien dulzón, cálido, cuando Cristian iba bajando las escaleras lo descubrió.
- Hot cakes! - exclamó emocionado.
La empleada había pedido el día libre y ya que Darío, el tío político de Cristian no sabía cocinar otra cosa entonces ese fue el desayuno del día, huevos y hot cakes. Iba a ser un largo día, y el semblante de Darío no auguraba nada bueno.

- Qué sucede Darío - preguntó Cristian algo inquieto
- los médicos llamaron hace poco - respondió desde el otro lado de la cocina, dándose la vuelta y dejando ver su delgado y triste rostro - Tu tía, depende cada vez más del respirador y le están aplicando morfina. Falta poco -

El rostro de Cristian se ensombreció, hacía un par de meses le habían descubierto a su tía Diana un tumor pulmonar, cada día estaba más delicada y hacía tres días se encontraba hospitalizada, en esos momento Cristian sentía que el era el centro de toda las tragedias, y que no importara en qué familia se encontrara siempre él la iba a llevar a la ruina. Solía pensar en eso desde que a su Tía Diana le habían diagnosticado el cáncer aunque ella decía que no era culpa del chico.

El silencio reinó en la cocina un par de minutos, hasta que fué interrumpido por el llanto de Darío, Cristian nunca lo había visto llorar, siempre fue un hombre rudo, fuerte y resistente y ahora estaba ahi, derrumbándose frente a él, en la escena más irreal que él se pudiera imaginar,entonces se levantó, y se hizo junto a Darío, y le cruzó el brazo por la espalda, y asi duraron un buen rato. Darío se desahogó entonces, no tenía ni idea de cómo le iba a decir a Juan su pequeño hijo lo que estaba ocurriendo, el niño sólo tenía unos 7 años y no era justo que tan joven perdiera a su madre de una forma tan cruel.

Tras un rato de desahogamiento mutuo se alistaron y tomaron un taxi hasta el hospital, no hablaron en todo el camino, Cristian se limitaba a mirar por la ventana y pensar qué sería de su vida sin Diana.
Después del incendio, Diana, la hermana menor de Jonaz se hizo cargo del pequeño Cristian y lo crió como su propio hijo, cuando Cristian cumplió los 10 años, Diana se casó con Darío y un año después nació Juan asi que Cristian siempre fue un hermano mayor para su primo. Cristian pensaba que no era justo que Juan estuviera estudiando mientras su mamá estaba tan grave en el hospital, pues Darío lo había mandado al colegio como cualquier otro día, y el pequeño tal vez ni siquiera se imaginaba la verdadera magnitud de la situación,a Cristian le hubiera gustado estar ahi, en lugar que en clase en caso de que a Diana le pasara algo, pero como había terminado el colegio y no había clasificado en ninguna universidad tenía el tiempo para acompañar a Darío en esos momentos.

Cristian recordaba la primera vez que le preguntó a Diana sobre sus padres, debía tener unos 3 o 4 años y llevaba viviendo con ella poco más de un año, Diana no supo explicarlo lo que sucedió realmente:

- los bomberos dicen que el fuego se inició en el estudio, de ahí pasó a la habitación de tus padres y luego a tu habitación- Dijo ella - la casa completa estaba ardiendo en cuestión de minutos, pero nunca encontraron a tus papás, y tu habitación estaba prácticamente intacta, tu sobreviviste de milagro, eres un milagro, eres mi milagro -

Cuando recordó esto, los ojos de Cristian dejaron escapar una silenciosa lágrima que se escurrió por su mejilla, él, aunque recordaba a sus padres, nunca generó sentimientos hacia ellos, y siempre consideró a Diana como su madre, siempre fue benevolente con él, justa y dura cuando tuvo que serlo, y Cristian nunca tuvo la oportunidad de decírselo, eso era triste, más allá que cualquier otra cosa.Él sabía que a Darío también le dolía, pero era un dolor diferente, mas fuerte, más suave eso nunca lo pudo adivinar, pero si sabía que el sentimiento que los unía era muy poderoso, ellos salían desde que salieron de Bachillerato, mas o menos a la misma edad de Cristian y su noviazgo pasó por muchos y grandes obstáculos, el propio Cristian era uno de ellos, pues Diana se hizo cargo de él a la edad de veinte años, y eso no la separó de Darío. Aunque Cristian nunca pudo ver a Darío como una imagen paterna, si le tenía mucho cariño pues nunca objetó nada sobre él, ni cuando Diana se hizo cargo de su crianza, ni cuando él y Diana se iban a casar, ni siquiera cuando Juan nació, simplemente, Cristian desde el inicio fue un miembro más de esa familia, muy a su pesar.A Cristian no le gustaba ser un mantenido, mucho menos de una familia que ni siquiera era la suya, compartir el estatus de hijo con un niño que si era el legítimo hijo de aquella pareja era algo que lo incomodaba frecuentemente aunque nunca lo dijo, por que sabía que tanto Diana como Darío lo querían como un hijo propio y les dolería saber que el se sentía excluido, aunque así era, el siempre se sintió en una familia prestada.

Comenzando con que él no se parecía a ninguno en aquella familia, mientras todos tenía el cabello oscuro el lo tenía de un castaño brillante, que contrastaban con sus ojos verdes, y tenía ese rasgo por el que siempre lo habían molestado: sus orejas, no había nada que pudiera hacer, sus orejas eran largas, delgadas y en cierta forma como estiradas hacia atrás así que había sido un tormento para el entrar al colegio donde todos se burlaban de ello, además el era el más alto de la clase, y de su familia, era mucho más alto que la misma Diana que de por si era muy alta.

Al poco tiempo llegaron al hospital, subieron las escaleras y entraron en la habitación de Diana, todo marcado por el profundo silencio con el que actuaban, diana estaba ahí, acostada, con su cabellera negra y su semblante de princesa de cuento de hadas inmutable, pese al profundo dolor que le debía estar infringiendo su enfermedad, Cristian se quedó un buen rato contemplándola, como nunca la había contemplado, esa belleza externa e interna que hacían de Diana la persona más importante en su vida, no sabía qué era lo que le parecía más hermoso de ella, su cabellera castaña oscura que caía sobre la almohada, su tez blanca como la nieve, o los ojos que tenía cerrados como quien duerme plácidamente. Y entre más la miraba más se llenaba su memoria de recuerdos y sus ojos de lágrimas, si el se ponía a pensar cada momento especial de su vida, había sido junto a ella: Su primer día de clases, sus primeras fotografías, los cumpleaños en los que ella siempre lo despertaba con una chocolatina del tamaño de un cuaderno, cuando visitó la casa de sus padres ahora reconstruida, la primera vez que fue al campo, y el que tal vez fue el dia mas importante de su vida: el día que descubrió que podía dibujar.
Cristian no era como todos los niños que desde pequeños les gustaba dibujar y que a medida que van creciendo o pierden el gusto, o desarrollan habilidades, cuando era pequeño el era más feliz a la hora de cantar, recortar, moldear plastilina o triturar papel, el dibujo no ocupó parte importante en su vida hasta que cumplió los doce años, Diana tenía que trabajar así que llevaba a Juan a una guardería todos los días, mientras Cristian estaba en el colegio, un día que Cristian no tuvo clases la acompañó a la guardería y la acompañó a hacer unas compras, comieron helado, rieron y dieron vueltas por ahí, en una de las plazoletas del centro comercial estaban en una competencia de padres e hijos, asi que Diana entró con él, hicieron manualidades, jugaron y bailaron, pero no fue sino en la última prueba cuando Diana y Cristian se llevaron una sorpresa, tenían que dibujar una estatua que se encontraba ahí expuesta en la misma plazoleta, les dieron lápiz y papel, y Cristian se dedicó a dibujar, a los pocos minutos tenía en el papel una representación casi exacta de la estatua, sólo que a blanco y negro y una gamma de sombras que ni el mismo Cristian podía explicar cómo las había hecho, Ganaron esa etapa del concurso, y se fueron hablando hasta la hora de recoger a Juan. Cristian nunca había aprendido técnicas de dibujo, ni había consagrado horas a ese arte y resulta ahora que no era malo haciéndolo, de hecho era bastante bueno, Cristian recordaba las palabras de Diana en aquellos momentos:

- Heredaste el don de tu madre, ella era una gran artista -

Diana siempre lo apoyó desde ese entonces, Cristian empezó a dibujar para relajarse desestresarse y a veces para escapar del mundo que lo rodeaba cuando tenía muchos problemas, le gustaba dibujar paisajes, llenos de flores y árboles tallados con caras benevolentes, o ríos grandes y limpios donde los animales se reunían a beber de sus aguas. Diana le regaló al cumplir 13 años,lápices, colores, cuadernos de dibujo, un caballete, pinturas, una paleta y cientos de lienzos, aunque el se dedicó más a dibujar en papel, la pintura era algo que él nunca había probado y tenía miedo de no pintar bien y que sus dibujos quedaran feos, y ¿para qué arriesgarte a hacer algo mal cuando sabes que tienes los medios para hacerlo bien?.

Mientras pensaba en todo ello, y sin darse cuenta, había sacado su cuaderno y sus lápices, y había hecho un retrato de su Tía, más hermoso que cualquiera que le hubiera dibujado antes, tenía una corona de rosas, y una orquídea con cada pétalo de un color diferente sin perder la armonía entre sus dedos.

miércoles, 24 de marzo de 2010 en 18:34 , 0 Comments

1. El Olor a Ceniza

Era un día como cualquier otro, las aves anunciaron el amanecer y la familia Sáenz se levantó con la misma disposición que cualquier otro jueves normal, El padre se alistó para salir a trabajar mientras su esposa preparaba el desayuno y despertaba a su hijo de dos años, recién caminaba y a duras penas decía mamá, pero era el eje de aquella familia capitalina.
Jonaz era el padre, era alto delgado con ojos oscuros y tez blanca, su cabello negro algo desordenado abundaba en su cabeza, su esposa Shaylan tenía ojos verdes, era mucho más alta que su esposo y tenía una larga cabellera que le llegaba hasta la espalda, su hijo tenía los ojos oscuros y el cabello castaño, era robusto, algo moreno y reía con frecuencia, era una familia ideal. Vivían en una casa, en el norte de la ciudad, en el interior de un conjunto de casas del mismo tipo.
Jonaz salía todas las mañanas a trabajar en una compañía como ingeniero en jefe y Shaylan se quedaba en casa, pintando, tenía una habilidad increíble para pintar paisajes y escenas, y habían cuadros y dibujos suyos en cada pared, repisa y estante de la casa. Aquel jueves de Abril le daba los ultimos toques a un mural en el que trabajaba hacia un mes, en una d las paredes del cuarto de su pequeño hijo, el cual miraba con admiración los detalles. Se trataba de una escena de lluvia, que no imprimía tristeza, era más bien una lluvia alegre que caía sobre un lago plateado.

Poco después del anochecer Jonaz regresó, como cualquier otro día, cenaron y se fueron a dormir, sin saber lo que ocurriría luego.

Hacia la media noche, el sueño familiar fue interrumpido de repente, todo resplandecía, había un olor raro en el aire, y la luz naranja bailaba alegremente entre las sombras, El llanto del niño sólo era opacado por los gritos de su madre, hacía calor, mucho calor, luego una ráfaga fría y oscuridad, en la que sólo se sentía el caer de la lluvia a cántaros sobre la pequeña cama donde el niño no paraba de gritar.

En ese momento Cristian se despertó sentándose de un brinco, la sensación de mojado no se iba, se tocó la camiseta instintivamente, estaba empapado en sudor frío y el corazón le latía tres veces más rápido de lo normal, miró a su alrededor, todo estaba oscuro, no se veía nada excepto la hora resplandeciente de su reloj de mesa que marcaba las dos de la madrugada. No había luz, tampoco fuego ardiendo alrededor, ni sombras danzando burlonamente en el techo.
Cristian entonces se tumbó sobre su almohada con fuerza y pensó para sí mismo:- No lo resisto más.- Sabía bien que no bastaba con eso y que mientras los cerros siguieran ardiendo en ese verano implacable que azotaba la ciudad iba a seguir teniendo el mismo sueño noche tras noche, como las ultimas dos semanas, ya sabía lo que le pasaba cada vez que percibía el olor a ceniza,Los recuerdos de aquella noche lo perseguían, aun después de quince años.

Aunque era tormentoso recordar todo aquello, Cristian a menudo pensaba que le gustaría recordar más, al menos para ponerle sentido a la historia que nadie podía explicar, el sabía que aunque en sus sueños la sensación de humedad la producía su agitada transpiración, quince años antes no había sido eso lo que le había salvado de morir incinerado en su propia cama, el recordaba vagamente la lluvia, pero no tenía sentido, aquella noche no llovía, además el se encontraba en el interior de la casa, en su cuarto, donde no habían detectores de incendios, ni regaderas, ni siquiera tuberías cercanas o algún baño aledaño. Y a pesar de eso, según lo que su tía Diana le contaba los vecinos lo encontraron en una habitación absolutamente mojada e intacta aunque el resto de la casa fue consumida en poco más de veinte minutos.
Para completar el misterio del incendio de la casa Sáenz los padres de Cristian jamás fueron encontrados.

Mientras pensaba en eso, Cristian, poco a poco se volvió a dormir.

martes, 23 de marzo de 2010 en 10:48 , 0 Comments