La puerta del estudio se abrió y apareció la silueta de Darío con una taza en la mano, estaba inusualmente oscuro, entonces Cristian se dio cuenta que la luz estaba apagada y que había anochecido por completo, dedujo entonces que se había vuelto a quedar dormido en el taburete de pintar, no le gustaba esa nueva manía suya, el taburete no era algo así como muy cómodo que digamos, como para que Cristian se estuviera durmiendo ahí cada nada.
Darío se sentó en el taburete de al lado, y le ofreció la tasa humeante, era café, muy cargado
- Te estaba buscando, no te había visto aquí sentado, ¿qué hacías? -
- Pensando, solamente - contestó el muchacho apesadumbrado
- ¿Por qué tan pensativo últimamente? - Inquirió Darío tratando de ser amable
- Muchas cosas, mi familia, mis amigos, todo - dijo Cristian mientras se trataba de enderezar, la espalda le dolía terriblemente.
- Cálmate, ya verás que todo pasará, por ahora vé y trata de descansar, creo que cometí un error al traerte café, deberías dormir - dijo Darío con un aire más paternal todavía, se notaba que hacía un gran esfuerzo el pobre hombre, no le estaba tocando fácil
- Sí, creo que será lo mejor - respondió Cristian mientras se levantaba y entrecerraba los ojos para que la luz no le molestara. - Gracias - dijo finalmente con una cara que expresaba el enorme cariño que le había cogido a Darío. Subió las escaleras y entró en la habitación, se sentía muy cansado para ver por donde estaba caminando así que casi se tropieza con su ventana que estaba abierta, la cerró, y miró la calle, estaba desierta y fría, era un día nublado así que no podía ver el cielo, se alegró entonces de tener su retrato de la luna, el cual había colocado sobre su cama, si no podía ver el sol en las mañanas al menos podría ver la luna al despertar, se cambió de ropa y se metió entre las cobijas, le parecían más pesadas de lo normal, se quedó mirando el retrato de la luna, tan apacible, con cientos de estrellas titilando a su alrededor, parecía que bailaran con la suave melodía de la brisa que pasa por los árboles, y entonces, la escuchó, sabía que había oído eso alguna vez, de la misma voz, pero no recordaba dónde, parecía no haber sido hace mucho,¿ era la voz de Leonardo?no, ¿la de Andy? no, por supuesto que no, sonaba mucho más madura, pero ¿qué decía?
no lograba entenderlo, aguzó el oído, la voz repetía la misma palabra con un tono muy bajo, casi arrullador...
- Concéntrate ... concéntrate... -
Cristian giró hacia la voz, la luna no era suficiente para iluminar la escena, menos ahora que estaba siendo cubierta por nubes, Cristian pensaba
- Momento , ¿habían nubes en mi cuadro? - no tenía tiempo para detalles así, necesitaba saber de quién era la voz que oía, estiró la mano para palpar delante de el en caso de aproximarse a un árbol o algo con lo que se pudiera estrellar, y de inmediato sintió cómo sus dedos se hundieron en algo peludo.
¡¡Buuum!! Cristian se echó hacia atrás rápidamente y se cayó de su cama, estaba tendido en el suelo, estaba empapado en sudor, y el corazón le latía rápidamente, se encontraba pensando en qué espantosa pesadilla, y en que en su mano aun sentía el tacto de algo peludo y tibio, cuando se fue a levantar para acostarse en su cama nuevamente, escuchó el rozar de las sábanas, había algo encima de su cama, ¡y se estaba moviendo!, el corazón se le volvió a acelerar, aguzó el oído mientras miraba bajo su cama algo que le pudiera ser útil, encontró un viejo equipo de golf que le habían regalado de pequeño y de ahí tomó un bastón, se preparó psicológicamente y se levantó de golpe para enfrentar a...
-¿El gato? - dijo Cristian en voz alta, el minino se limitó a torcer algo la cabeza y mover la cola haciendo una S con ella, sus ojos seguían fijos en el muchacho que mantenía el bastón de golf en alto. Seguramente se había metido por la ventana y se había quedado con él hasta ese momento, aun así no le inspiraba mucha confianza a Cristian y tras abrir la ventana y manotear mucho, logró que el gato saltara desde el alféizar , aunque lo hizo de la forma más calmada posible, tan imponente como sólo un gato puede serlo, parecía más sedición de el minino marcharse por su propia cuenta que hacerlo por el alboroto que el muchacho estaba haciendo en su honor.
Cristian no pudo volver a dormir, así que tomó el libro de su tía y se dedicó a leer, leyó sobre historias, guerras, alianzas y criaturas que rondaban todo el territorio del reino de donde venía su familia, le gustó mucho una historia en especial, hablaba de una guerra en la que lucharon centauros, parecía más un cuento de hadas que una historia real, pero eso no impedía que Cristian fantaseara con centauros recorriendo una pradera, siempre le habían llamado la atención, y si existían en alguna parte le gustaría mucho verlos. Cristian entonces se levantó de la cama, bajó las escaleras sigilosamente hasta el estudio de pintura y dibujó un centauro, lo pintó con sus patas y su lomo café y su torso blanco, el cabello negro que le caía hasta los hombros y una barba ligera que le cubría el mentón, se veía imponente, mientras le daba los últimos toques a la escena, el sol salió e iluminó la estancia.
Cristian entonces se arregló y salió sólo a la casa de su abuela.
Habló con ella mucho rato, le inspiraba más confianza el hecho de que ese día no llevaba puesto el dichoso medallón, pero aun asi no podía estar seguro de que no estaban oyendo lo que hablaban, claro que hablaron de muchas cosas, variadas y diversas, hasta que entre una chanza y otra Amalia mencionó a los Montesori.
- He oído que andas pintando últimamente -
- Algo,¿ Darío te contó? - preguntó el muchacho
- Sí, el es un gran fan de tu arte, deberías llevarlo a la galería de tu madre, sé que pasarían un buen rato -
- ¿No era acaso una colección privada? - preguntó el muchacho
- Por lo que sé, Andrés, el hijo de Orlando exhibe la colección en su galería, en la que solía ser tu casa, algunos fines de semana, deberías averiguar si abren el próximo e ir - dijo Amalia - En cualquier caso me gustaría ir a mi también, no he visto esos cuadros en diecisiete años.
Las cosas estaban dichas, Cristian entonces habló con sus amigos y por más familiar que pareciera el viaje lo acompañaron, podrían ser algo incrédulos aun, incluso más que el mismo Cristian pero no podían dejar que su amigo visitara solo, o al menos solo con Darío y Amalia la casa de los Montesori, asi que cuando llegó el día fueron todos, llegaron a la casa poco después de las dos de la tarde, Darío llevó al pequeño Juan, y Amalia fue, luciendo de nuevo su medallón. Aunque Cristian no recordaba mucho de su vieja casa, le produjo algo de incomodidad verla de nuevo, aunque estaba reconstruida y más grande que las demás y tenía una parte atrás de la galería en obra, la entrada estaba marcada con una enorme M, como la del anillo que llevaba el sujeto de la visión de la bola de cristal en la casa de Shanti, la habitación no era muy grande pero si lo suficiente como para tener que dar dos pasos entre un cuadro y otro, y habían al menos 10 cuadros con la firma Onccor en el lado inferior, todos tenían algo que Cristian reconocía de sus propias pinturas, era una forma indescriptible de realismo, aunque claramente pintados, los cuadros parecían tener vida propia, habían un paisaje de colinas, una ciudad construida sobre una isla, una calle rodeada de palmeras,frente al cual Amalia dijo que le parecía una calle ejemplar para cualquier ciudad, habían pintado también un monumento repleto de estatuas que sostenían un asta bandera y otro tenía un caballo blanco muy hermoso, habían barcos, casas y toda clase de cosas en esas pinturas, finalmente llegaron al final de la Galería y los tres muchachos se quedaron atónitos, no era la primera vez que veían ese cuadro, era un cuadro vertical, de fondo azul, y un buzón en el primer plano. No era posible que fuera un duplicado o una réplica, tenía que ser el mismo cuadro que había desaparecido de la casa de Shanti
Darío se sentó en el taburete de al lado, y le ofreció la tasa humeante, era café, muy cargado
- Te estaba buscando, no te había visto aquí sentado, ¿qué hacías? -
- Pensando, solamente - contestó el muchacho apesadumbrado
- ¿Por qué tan pensativo últimamente? - Inquirió Darío tratando de ser amable
- Muchas cosas, mi familia, mis amigos, todo - dijo Cristian mientras se trataba de enderezar, la espalda le dolía terriblemente.
- Cálmate, ya verás que todo pasará, por ahora vé y trata de descansar, creo que cometí un error al traerte café, deberías dormir - dijo Darío con un aire más paternal todavía, se notaba que hacía un gran esfuerzo el pobre hombre, no le estaba tocando fácil
- Sí, creo que será lo mejor - respondió Cristian mientras se levantaba y entrecerraba los ojos para que la luz no le molestara. - Gracias - dijo finalmente con una cara que expresaba el enorme cariño que le había cogido a Darío. Subió las escaleras y entró en la habitación, se sentía muy cansado para ver por donde estaba caminando así que casi se tropieza con su ventana que estaba abierta, la cerró, y miró la calle, estaba desierta y fría, era un día nublado así que no podía ver el cielo, se alegró entonces de tener su retrato de la luna, el cual había colocado sobre su cama, si no podía ver el sol en las mañanas al menos podría ver la luna al despertar, se cambió de ropa y se metió entre las cobijas, le parecían más pesadas de lo normal, se quedó mirando el retrato de la luna, tan apacible, con cientos de estrellas titilando a su alrededor, parecía que bailaran con la suave melodía de la brisa que pasa por los árboles, y entonces, la escuchó, sabía que había oído eso alguna vez, de la misma voz, pero no recordaba dónde, parecía no haber sido hace mucho,¿ era la voz de Leonardo?no, ¿la de Andy? no, por supuesto que no, sonaba mucho más madura, pero ¿qué decía?
no lograba entenderlo, aguzó el oído, la voz repetía la misma palabra con un tono muy bajo, casi arrullador...
- Concéntrate ... concéntrate... -
Cristian giró hacia la voz, la luna no era suficiente para iluminar la escena, menos ahora que estaba siendo cubierta por nubes, Cristian pensaba
- Momento , ¿habían nubes en mi cuadro? - no tenía tiempo para detalles así, necesitaba saber de quién era la voz que oía, estiró la mano para palpar delante de el en caso de aproximarse a un árbol o algo con lo que se pudiera estrellar, y de inmediato sintió cómo sus dedos se hundieron en algo peludo.
¡¡Buuum!! Cristian se echó hacia atrás rápidamente y se cayó de su cama, estaba tendido en el suelo, estaba empapado en sudor, y el corazón le latía rápidamente, se encontraba pensando en qué espantosa pesadilla, y en que en su mano aun sentía el tacto de algo peludo y tibio, cuando se fue a levantar para acostarse en su cama nuevamente, escuchó el rozar de las sábanas, había algo encima de su cama, ¡y se estaba moviendo!, el corazón se le volvió a acelerar, aguzó el oído mientras miraba bajo su cama algo que le pudiera ser útil, encontró un viejo equipo de golf que le habían regalado de pequeño y de ahí tomó un bastón, se preparó psicológicamente y se levantó de golpe para enfrentar a...
-¿El gato? - dijo Cristian en voz alta, el minino se limitó a torcer algo la cabeza y mover la cola haciendo una S con ella, sus ojos seguían fijos en el muchacho que mantenía el bastón de golf en alto. Seguramente se había metido por la ventana y se había quedado con él hasta ese momento, aun así no le inspiraba mucha confianza a Cristian y tras abrir la ventana y manotear mucho, logró que el gato saltara desde el alféizar , aunque lo hizo de la forma más calmada posible, tan imponente como sólo un gato puede serlo, parecía más sedición de el minino marcharse por su propia cuenta que hacerlo por el alboroto que el muchacho estaba haciendo en su honor.
Cristian no pudo volver a dormir, así que tomó el libro de su tía y se dedicó a leer, leyó sobre historias, guerras, alianzas y criaturas que rondaban todo el territorio del reino de donde venía su familia, le gustó mucho una historia en especial, hablaba de una guerra en la que lucharon centauros, parecía más un cuento de hadas que una historia real, pero eso no impedía que Cristian fantaseara con centauros recorriendo una pradera, siempre le habían llamado la atención, y si existían en alguna parte le gustaría mucho verlos. Cristian entonces se levantó de la cama, bajó las escaleras sigilosamente hasta el estudio de pintura y dibujó un centauro, lo pintó con sus patas y su lomo café y su torso blanco, el cabello negro que le caía hasta los hombros y una barba ligera que le cubría el mentón, se veía imponente, mientras le daba los últimos toques a la escena, el sol salió e iluminó la estancia.
Cristian entonces se arregló y salió sólo a la casa de su abuela.
Habló con ella mucho rato, le inspiraba más confianza el hecho de que ese día no llevaba puesto el dichoso medallón, pero aun asi no podía estar seguro de que no estaban oyendo lo que hablaban, claro que hablaron de muchas cosas, variadas y diversas, hasta que entre una chanza y otra Amalia mencionó a los Montesori.
- He oído que andas pintando últimamente -
- Algo,¿ Darío te contó? - preguntó el muchacho
- Sí, el es un gran fan de tu arte, deberías llevarlo a la galería de tu madre, sé que pasarían un buen rato -
- ¿No era acaso una colección privada? - preguntó el muchacho
- Por lo que sé, Andrés, el hijo de Orlando exhibe la colección en su galería, en la que solía ser tu casa, algunos fines de semana, deberías averiguar si abren el próximo e ir - dijo Amalia - En cualquier caso me gustaría ir a mi también, no he visto esos cuadros en diecisiete años.
Las cosas estaban dichas, Cristian entonces habló con sus amigos y por más familiar que pareciera el viaje lo acompañaron, podrían ser algo incrédulos aun, incluso más que el mismo Cristian pero no podían dejar que su amigo visitara solo, o al menos solo con Darío y Amalia la casa de los Montesori, asi que cuando llegó el día fueron todos, llegaron a la casa poco después de las dos de la tarde, Darío llevó al pequeño Juan, y Amalia fue, luciendo de nuevo su medallón. Aunque Cristian no recordaba mucho de su vieja casa, le produjo algo de incomodidad verla de nuevo, aunque estaba reconstruida y más grande que las demás y tenía una parte atrás de la galería en obra, la entrada estaba marcada con una enorme M, como la del anillo que llevaba el sujeto de la visión de la bola de cristal en la casa de Shanti, la habitación no era muy grande pero si lo suficiente como para tener que dar dos pasos entre un cuadro y otro, y habían al menos 10 cuadros con la firma Onccor en el lado inferior, todos tenían algo que Cristian reconocía de sus propias pinturas, era una forma indescriptible de realismo, aunque claramente pintados, los cuadros parecían tener vida propia, habían un paisaje de colinas, una ciudad construida sobre una isla, una calle rodeada de palmeras,frente al cual Amalia dijo que le parecía una calle ejemplar para cualquier ciudad, habían pintado también un monumento repleto de estatuas que sostenían un asta bandera y otro tenía un caballo blanco muy hermoso, habían barcos, casas y toda clase de cosas en esas pinturas, finalmente llegaron al final de la Galería y los tres muchachos se quedaron atónitos, no era la primera vez que veían ese cuadro, era un cuadro vertical, de fondo azul, y un buzón en el primer plano. No era posible que fuera un duplicado o una réplica, tenía que ser el mismo cuadro que había desaparecido de la casa de Shanti
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