13. El pueblo de los Moëli

Cristian trotó hasta donde estaba el ermitaño.
-¿Qué ocurre?- Preguntó sin ánimos.
Fhrantz se demoró en contestar, miraba un punto fijo colina abajo, luego señaló un punto luminoso que parecía crecer abajo en la explanada - Mira allá -

Cristian entrecerró sus ojos. No distinguía muy bien las formas, pero lo que el anciano señalaba parecía ser un caserío en la lejanía. Al poco tiempo sus ojos se adaptaron un poco, y empezo a ver claramente la forma de las casas de un pueblo a oscuras, en un extremo sin embargo todas las casas  tenían pálidas luces amarillas encendidas, antes de que Cristian pudiera preguntar qué ocurría vió destellos de color verdoso en partes a oscuras del pueblo seguidas por la luz amarilla que señalaba que los habitantes de la casa se levantaban. Fhrantz habló.

- Nos están buscando, casa por casa-
-  Dijiste que lo harían - increpó Cristian - ¿No es asi?-
- Dije que nos buscarían, pero nunca ví tanto empeño en la busqueda de nadie que usara magia, ni siquiera cuando me seguían a mí- Respondió el anciano pensativo. A los pocos segundos miró a Cristian con una mirada oscura, que apenas se distinguía en la oscuridad. - Dime muchacho, ¿alguien más sabe que estás aquí?, ¿Le contaste a alguien de tus padres?-

-N..no, bueno, pues he estado buscando información, pero ni yo mismo sabía como llegar aquí, fue un accidente, lo juro- Respondió inquieto el muchacho.
- Accidente o no, te estaban esperando, y nos dimos el lujo de cometer muchos errores, si no llegamos pronto a las montañas estaremos rodeados y sin escape- Fhrantz analizó sus palabras y luego agregó - Duerme muchacho, descansa, mañana nos levantaremos a primera hora-

El sueño de Cristian fue intranquilo, aunque cayó dormido rápidamente, constantemente se sacudía víctima de sus propios sueños, en el último sueño la tierra temblaba debajo de sus pies, y todo se sacudía, sentía frío y corría en medio de las colina sin llegar a ninguna parte, de repente aparecía un sujeto con los dedos llenos de anillos, todo el bosque se encendió en llamas, el sujeto controlaba el paso del fuego con sus manos. Cristian miró su rostro, lo conocía, esa nariz, esa mirada. Era él.

Despertó asfixiado, agitado y de forma brusca, aunque no abrió los ojos, había tenido suficientes pesadillas como para darles mucha importancia al despertar, sin embargo, ésta en especial lo había dejado bastante intranquilo, sobr todo porque aún podía sentir muchas partes del sueño a su alrededor, el calor del fuego en su cara, y el movimientodel suelo. Estaba a punto de dormirse otra vez cuando un movimiento brusco debajo de él le informó que la sensación de inestabilidad no era producto de su imaginación. Abrio los ojos y se sentó con brusquedad, lo que le hizo perder la visión unos cuantos segundos. Mientras empezaba a distinguir entre las sombras, se dió cuenta que las turbulencias del suelo eran cada vez más bruscas; estaba moviendose a gran velocidad. El pánico lo invadió.


Cristian se fregó los ojos con insistencia y por fin se adaptó a la luz. Ya había salido el sol, y se encontraba sobre una especie de balsa de caña que se deslizaba rápidamente sobre el suelo, al lado suyo se encontraba Fhrantz fumando plácidamente una pipa, y el perro que dormitaba ruidosamente en el regazo del anciano. Giró sobre su eje hacia donde se dirigía el extraño artefacto y se dió cuenta que estaba siendo arrastrada por al menos media docena de gatos que corrían a gran velocidad por la rivera de un río. Tardó en darse cuenta que habían dejado las colinas atrás y que se adentraban por un estrecho paso en las faldas de la cordillera que se levantaba imponente sobre sus cabezas.

-Tienes un sueño pesado- Dijo Fhrantz entre una bocanada de humo blanco - tuvimos que arrastrarte hasta el trineo porque no pudimos despertarte-
Cristian contestó con una mirada de culpa y bostezó - ¿Dónde estamos? -
- Saliendo de los territorios de Künkmark y entrando en una zona perdida entre los dominios del rey y los del Dizrhoëk, en donde los Moëli se asientan-
Cristian lo miro con expresión de perplejidad
- Ya habrá tiempo de explicarte, por ahora prepárate, ya vamos a llegar- dijo Fhrantz afanosamente. El perro despertó.

A medida que avanzaban por lo que parecía ser un cañón esculpido en medio de la montaña, la luz del sol dejó de tocarlos directamente por lo que toda la luminosidad venía del cielo azul que se vislumbraba más allá de las mesetas a ambos lados del río. Aunque permanecían en la sombra, la luminosidad era alta.  Poco a poco a ambos lados, por la pared de roca Cristian empezó a notar formas color madera que se asemejaban a la concha de una almeja abierta hacia el cielo que aparecían esporádicamente aquí y allá, cada vez más numerosas y más bajas, ya que las primeras que vió se encontraban en lo alto del risco. Cuando Cristian bajó la mirada vió un bosquecillo de arboles grisáceos (probablemente por la falta de luz del sol) y cerca de él un codo en el que el río giraba bruscamente hacia la izquierda por lo que la pared de roca se interponía en su camino. Poco antes de llegar al codo, el improvisado trineo giró siguiendo el sentido del río y mostrando su emboque en un pequeño lago de aguas cristalinas, al que Cristian detalló de últimas pues frente a él se mostraba uno de los paisajes más imponentes de todos.

Del enorme risco caía una fina cascada alrededor de la cual se apiñaban en la roca las formaciones de madera que Cristian ya había notado, y se extendían irregularmente en todas direcciones. Estaban unidas entre ellas por puentes y escaleras rudimentarios, y al nivel del suelo, se levantaban algunas cabañas del mismo material de las formaciones, y del trineo en el que la inusual compañía había llegado. De todas las construcciones que habían salían a los puentes y escaleras de mano más y más sujetos de rostros extraños y colas de gato de todos los colores posibles, mirando con curiosidad a los recién llegados.

Fhrantz volvió a hablar. Te presento la última morada del pueblo de los hombres gato.




lunes, 8 de abril de 2013 en 21:03 , 0 Comments